Yo no tengo sentido del ridículo,
anteanoche lo dejé abandonado
a la vuelta de la esquina aquella,
que se ve desde aquel bar, el de dos plantas.
Me llamó la policía diciéndome que
a la vuelta de la esquina aquella,
que se ve desde aquel bar, el de dos plantas,
un sentido del ridículo preguntaba por mi;
lo negué, dije que era imposible,
que mi sentido del ridículo estaba aquí,
conmigo,
tomando un café.
Desde que dejé a mi sentido del ridículo abandonado
a la vuelta de la esquina aquella,
que se ve desde aquel bar, el de dos plantas,
soy capaz de hacer más cosas,
me siento más libre...
Pero creo que, ahora,
me tengo que librar del sentido de culpa,
porque éste sí que me está matando.
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advanta...
Hace 2 años
4 comentarios:
Encantada de que visites. (:
El atolladero de oprimir heridas en la culpa.
Me encanta este poema, porque yo también dejé huérfano un día a mi sentido del ridículo en algún rincón de no recuerdo donde. Y te puedo decir que, de momento, me va muy bien sin él.
Jajaja. ¿Verdad que si? Jaja. Muchos besitos!
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